REGALO DE NAVIDAD

 

Hace dos o tres días vinieron Camilo y Malena. Fue cuando me preguntaron...

-Abuelita (siempre me llaman en diminutivo) ¿No vas a armar el arbolito?

-No.

-¿Por qué?

-Porque no tengo ganas - en buen tono, pero decidida.

-¿Porque no está el abuelo?

-Sí, entre otras cosas.

-¿Querés que te lo armemos nosotros? Porque es lindo tener arbolito - sostiene Malena muy convencida mientras yo pienso "¿para qué si estoy sola? ¿Para quién? Siento que he perdido ese encanto de engalanar la casa como otros diciembres.

-Bueno, si quieren... - respondo. Me invade la indiferencia pero trato de disimularla ante ellos.

Ayer me llamó Malena con un plan totalmente listo:

-Abuelita, mañana vamos con Cami a armar el arbolito. Nos quedamos a cenar. A las seis y media me voy a inglés. A las ocho y media me pasa a buscar mi mamá y me lleva a tu casa de nuevo. Ella se va porque se tiene que reunir con sus amigas y después nos pasa a buscar como a la una. ¿Te parece bien?

-Sí, mi amor, me parece bien - mientras, pienso cómo su madre, mi hija, mata varios pájaros de un tiro y aprovecha la volada... Me río para mis adentros.

Hoy llegaron, tal lo acordado, después de almorzar. Tenían un brillo hermoso en los ojos. Habitualmente pelean todo el tiempo y se ponen insufribles con tantas discusiones. Sin embargo, hoy, son una orquesta perfectamente afinada. Se ponen de acuerdo, se interconsultan, buscan el arbolito, los adornos y se ríen de algunas cosas...

-Abuelita ¿cuándo compraste esto? - pregunta Camilo con una corona de mimbre de ésas que se cuelgan en las puertas.

-Ni idea.

-Porque atrás tiene el precio ¡250 pesos! - se ríe como un cascabel.

Ya ni me acordaba de esa corona. Bah, no me acuerdo de nada vinculado con el arbolito. Se me ha borrado el archivo del disco rígido de mi cabeza... Sigo cosiendo a máquina los regalos de Navidad mientras ellos descubren todas esas cosas que he arrastrado a lo largo del tiempo y las mudanzas.

-Abuelita, ¿tenés un mantel navideño? ¿Adónde querés que pongamos el arbolito?

-Sobre la mesita del teléfono - respondo - sí, tengo, creo que en el cajón del placard de la habitación de mis telas - Malena enfila hacia ahí, tarda, elige...

-Me gusta más sobre el hogar ¿puedo ponerlo ahí? Le pondría unas luces colgadas.

-Sí, claro - levanto los ojos de la prenda que estoy cosiendo. Los miro... ¡Están tan felices y armónicos! Se me cruza una ideota: "estos pibes van a hacer llover ". Es que no puedo creer que no haya habido ni una sola discusión entre ellos.

Malena elige dos manteles, coloca uno sobre otro.

-¿Dónde se enchufan las luces?

-Ahí - señalo con el dedo el lugar donde antes estaba la computadora del Negro que he sacado ya hace tiempo y que ahora tiene Camilo en su habitación. Se agolpan recuerdos: el Negro buscando alargadores, zapatillas con varios toma corrientes... El Negro ocupándose de las luces... El Negro que no está...

De repente encuentro la explicación a esta visita tan organizada: vinieron a reparar la ausencia del abuelo, a llenar el vacío amorosamente con lo mejor que tienen y son, a hacerme un regalo para que sea feliz pese al hueco infinito y eterno. Por eso no discuten, porque con discusiones no es un buen regalo y son conscientes de ello.

Terminan. Detrás del arbolito han puesto un cuadrito con una foto del abuelo conmigo... Les propongo otra foto, posan, ¡clic! No se los digo, pero pienso que, esta noche o mañana, cuando ya estén en su casa, el arbolito y sus luces me los traerán a ellos, con ese brillo en los ojos y esa armonía inusual de la que hoy hicieron gala. Descubro que recibí mi regalo de Navidad con anticipación.

La tibieza evapora mi nudo en la garganta. ¿Sabrán lo importante que fue esta tarde en mi vida...?



Comentarios

  1. Precioso, Estelita! Muy bello, qué gran posibilidad nos da la literatura para restañar las heridas, y más cuando en el entretejido aparecen esos niños y niñas que vienen a reparar las cicatrices. Te abrazo.

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    1. Muchas gracias, Delia. Y sí, esa sangre no sólo joven, sino también inocente y pura, restañan heridas y dolores profundos. La literatura, como siempre, es una puerta de salida siempre abierta. Abrazo enorme y gracias por leerme.

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