SIN VUELTA
Yo le dije callate, che, callate
que la vas a ligar, pero él no, él hablaba y hablaba sin parar. Yo veía que por
atrás se venía la furia, ¿viste esa furia que se ve en los ojos de la gente,
que parece que le sale fuego por los ojos? Bueno así era la furia de él, y yo
sabía. Por eso le dije al Juan callate, callate, pero nada. Y a mí me empezaron
a temblar las piernas y se me mojaron las manos, ¿podés creer?, se me mojaron
las manos, como si me chorrearan, y hasta me dieron unas ganas bárbaras de
hacer pis, me meaba. Pero no lo podía parar al Juan, no había forma, no me daba
ni cinco de bola, y yo por atrás le tiraba del saco y él, con rabia, me sacaba
la mano y me decía, dejá, dejá, y yo me la veía venir... Éste se cree que me
puede parar, que tratando de frenar al otro me puede parar. Pero no, señor,
mocosos de mierda, me tienen podrido. Ya les tengo dicho que se me comporten,
que hagan lo que les digo, que no les voy a dejar pasar una. Sabiendo lo que
estaba pensando el tipo, le hice acordar al Juan que teníamos que ir a buscar
el pan a lo de Clorinda, que cuando cierra la panadería nos espera con la bolsa
de lo que le queda, pero el Juan nada, y yo sabía que eso iba a empeorar las
cosas. Sí, Emilio, ya sé que Clorinda nos espera, pero déjame decirle un par de
cosas, esto no va más. Empecé a pensar rápido rápido algo para zafar y no se me
ocurría nada, para colmo se notaba que me temblaban las piernas y mi viejo por
detrás del Juan me gritaba qué te pasa a vos, cagón de mierda, maricón, que no
te la aguantás. Se lo dije porque es un mantequita, pendejo de mierda, los
machos no tiemblan, carajo, me cago en la hostia, no tiemblan como mariquitas.
¡Flojo! Yo me la estaba aguantando, bah, hace rato que me la aguanto y bien
como macho me la aguanto, como la vez que me quebró la pierna con el fierro y
cuando fui al hospital me preguntaron y yo dije que me había caído del tren,
pero qué va ser el tren, aunque él cuando se enoja es como si te pasara un tren
por arriba, te revienta. Por eso le dije al Juan callate, porque estaba
pensando te va reventar, está esperando el mejor momento para embocarte, y él
es más grande que vos, Juan callate. Estoy harto de que este viejo, chupado, se
aproveche de nosotros, alguien lo tiene que enfrentar, por más que Emilio
quiera que me calle y nos tengamos que ir a lo de la Clorinda que nos está
esperando. Primero lo primero, esta vez le hago frente.
Pasó lo que tenía que pasar y el
Juan sabía también que eso iba a pasar, pero se ve que no aguantaba más el
pobre, que tenía ganas de vomitar todo el odio, viste ese odio que te sube a la
garganta como cuando sentís que nada te importa, y la verdad es que nada le
importa a nadie: ni a él ni al Juan ni a mí. Lo voy a cagar a trompadas a este
viejo borracho de mierda. Emilio debe estar pensando que me va a dar un
fierrazo como lo hizo con él. ¡Que se atreva, viejo de mierda! ¡Que se atreva!
A éste también le voy a dar un sosegate con el fierro. Es la única manera que
entienden, las cosas con sangre entran. Si se hubiera quedado la Clara, no tendría
que hacerme cargo solo con estos pendejos de mierda. Pero la muy puta nos
abandonó, eligió el camino más corto, maldita mujer. Le estoy adivinando las
intenciones, está pensando darme un fierrazo como al Juan, pero no va a tener
suerte: lo estoy esperando. No me va a pasar lo mismo que al Juan porque a él
lo agarró de sorpresa y el pobre se quedó tirado retorciéndose en el piso,
humillado e indefenso.
¿A quién le importa? Ahora vos me
preguntás y parece que te importa pero yo sé que después que escribís todo esto
que yo te digo no te va a importar, te vas a olvidar, yo sé que por más que
pongas esa cara como si te la fueran a dar a vos, no te la dan a vos, y por eso
te vas a olvidar, y dale que dale escribe que te escribe mientras me mirás con
esa cara de perra flaca, pero yo sé que sos eso: una perra que va a llenar un
montón de papeles, se los vas a dar a otro como vos y ese a otro y yo no soy
nadie. Para vos y los otros soy ese montón de papeles lleno de boludeces que no
les importan. ¡Cuánta tragedia veo cada día! Nunca imaginé que éste sería mi
papel en esta repartición. El pibe habla como si vomitara y me mira con tanto
odio como si yo fuera el padre. Para él, todos formamos parte de un mundo de
enemigos. Si supiera cuánta piedad me despierta, cuánta compasión…
Por eso aunque le dije al Juan cállate,
en el fondo tenía ganas de que lo escupiera, yo me cagué, es cierto, yo siempre
me cagué, porque él tiene la mano pesada, eso lo sé muy bien, pero el Juan
parecía que escuchaba mi pensamiento: mátalo, mátalo, al hijo de puta, mientras
le decía callate. ¡Pobre Emilio! Quiere que lo mate. Sé lo que está pensando
porque es lo mismo que se me cruza por la cabeza. No queda otra. Si no lo
paramos de alguna manera siempre será lo mismo: somos los destinatarios de su
odio, ése que le crece cada día desde que se fue la pobre vieja, harta de tanto
palo. ¡Viejo de mierda! Maldito chupandín.
Ahora ya sé cómo sigue todo, más
de lo mismo, vos me vas a mandar a ese lugar de mierda que tienen ustedes para
nosotros, pero te podés cagar si esperás que te diga algo en contra del Juan
porque él tenía razón y el hijo de puta se la merecía, con el Juan no te metas,
preguntame cómo era él, que cuando no estaba en pedo, estaba durmiendo y,
después, venía como si fuera el tren eléctrico. ¿A dónde puedo mandar a estos
dos pibes? Me devano los sesos pensando en algún lugar donde no los maltraten y
puedan vivir un poco más tranquilos. Ya sé que me van a decir que, que no hay
vacantes, que son dos delincuentes… ¿Delincuentes? Más bien son los olvidados
del mundo, los que nadie escucha. Lo escucho hablar al Emilio y me digo que era
mi responsabilidad porque soy el mayor. Me hacen sentar acá sin poder hablar,
sólo quieren escucharlo a él, como si yo estuviera dibujado. Todo esto pasó por
mi culpa, porque me cansé. ¡Es tan bueno el Emilio! No merece pasar por esto,
maldita vida.
Yo no te pienso decir nada en
contra del Juan, él tenía toda la razón y, además, estaba podrido, por eso
cuando se pudo levantar del piso, no te digo cuánto miedo me dio verlo lleno de
sangre en la cabeza, salió arrastrándose como un bicho y cuando lo agarró de
las piernas y lo tiró al suelo yo sentí que esta vez el Juan se la ganaba,
porque él estaba muy en pedo y el Juan no se había dado con nada, estaba fresco
el guacho, ja, y se la dio. Lo escucho y trato de imaginar el cuadro. No sé si
pueda seguir con este trabajo, se sufre mucho, especialmente si una tiene piel
sensible. ¡Qué sociedad tan expulsiva! ¿Qué hacer con estos chicos tan
sufridos? Él me odia, lo veo en el fuego de los ojos con que me mira. Soy parte
de ese mundo hostil que lo rodea. ¡Hasta me da vergüenza llenar estas planillas
con las mil preguntas! Vergüenza de tanta investigación cuando todo es ¡tan
previsible…! Le tengo que preguntar… Por más que presiento el asco que le doy.
Quizás piensa que seré como la madre que los abandonó porque seguro que eso le
duele. No puedo ni imaginar lo que deben haber sufrido su ausencia estos dos
pibes. ¡Pobre mina! No debe haber podido más con semejante violento. Me parece
que el Juan va a largar todo el rollo. Esta bruja le arranca las palabras y el
Juan se va a ir de boca. Va a terminar diciéndole la verdad y yo no quería. Yo
soy el mayor, el que se tiene que hacer cargo.
Yo ya no le decía más callate, callate, lo único que hice fue tomarlo al Juan de la mano y correr y correr, hasta que ustedes nos agarraron. ¡Qué sé yo cuántos años tengo! El Juan dice que tengo nueve, dos menos que él, y él debe saber porque es más lungo viste, che, ya te hablé de todo ¿El cuchillo? Sí, se lo di yo ¿Y qué?
Estela Pereyra.

Comentarios
Publicar un comentario