La bolsa o la vida
Por Estela Pereyra
Para contextualizar cualquier
análisis geopolítico de la guerra no tan encubierta entre Ucrania-OTAN versus
Rusia lo primero que hay que tener en cuenta es la principal variable, aunque
no la única: la disputa de dos modelos distintos dentro del sistema, el
unipolar vigente hasta ahora y el multipolar en proceso encabezados por Rusia y
China. Uno, con la hegemonía indiscutible de Estados Unidos con los europeos
como satélites y otro con una serie de países encabezados por los BRICS a los
que se quieren subir varios estados, desde asiáticos, hasta latinoamericanos y
africanos. Tienen en común el abandono del dólar como moneda internacional de
intercambio y el uso de sus monedas locales para pactar sus exportaciones e
importaciones de productos de otros países.
La disputa no es menor dentro de
un sistema como el capitalista porque lo que está en juego son los negocios y
los mercados.
A Estados Unidos siempre le
resultó molesto no sólo el crecimiento de Alemania a expensas de recursos
energéticos baratos provenientes de Rusia, sino que, con esos recursos,
Alemania tomara su propio vuelo hasta convertirse en el país más
industrializado de Europa de la mano de la ex primera ministra Angela Merkel,
una mujer que se caracterizó por su cintura política para la negociación con
los rusos en favor de su país.
“Soy bastante admiradora de la
canciller Merkel y escuché su declaración cuando estaba con el presidente Obama
en Washington. Pensé que era una declaración muy buena, pero ahora necesitamos
sanciones más duras y me temo que en algún momento esto probablemente tendrá
que involucrar petróleo y gas. La economía rusa es vulnerable, el 80% de las
exportaciones rusas son de petróleo, gas y minerales. La gente dice bueno, los
europeos se quedarán sin energía… Bueno, los rusos se quedarán sin efectivo
antes de que los europeos se queden sin energía. Y entiendo que es incómodo
afectar los lazos comerciales de esta manera, pero éste es uno de los pocos
instrumentos que tenemos a largo plazo. Simplemente se desea cambiar la
estructura de la dependencia energética. Quieres depender más de la plataforma
energética de América del Norte, la enorme abundancia de petróleo y gas que
estamos encontrando en América del Norte. Quieres tener oleoductos que no pasen
por Ucrania y Rusia. Durante años hemos tratado de que los europeos se
interesen en diferentes rutas de oleoductos. Es hora de hacer eso.”. Estas
palabras, que parecieran haber sido dichas hace veinticuatro horas, son
declaraciones de Condolezza Rice pronunciadas en un reportaje que le hicieran
en 2014, el mismo año en que Estados Unidos fogoneaba el golpe de estado en
Ucrania que terminaría con el desplazamiento de su presidente Yanukovich. Desde
entonces, los nazi ucranianos en ascenso comenzaron la persecución de los ruso
ucranianos del este, dejando una estela de 14.000 víctimas civiles y cometiendo
una de las masacres más cruentas de las últimas décadas, la de la Casa de los
Gremios en Odessa, donde asesinaron a cincuenta personas a las que torturaron y
quemaron vivas. Desde 2014 hasta el comienzo de la Operación Militar rusa no se
detuvieron en la política llevada a cabo por el presidente Poroshenko.
En 2015, Rusia, junto con Bielorrusia,
Alemania y Francia promovieron los Acuerdos de Minsk y lograron sentar a
negociar a representantes de Ucrania, la República Popular de Donetsk (RPD) y
la República Popular de Lugansk (RPL) para pactar un cese de los hostigamientos
y un alto el fuego. Sin embargo, estos acuerdos no se cumplieron y fue el
propio ex presidente Poroshenko quien hace poco dijo: “Nuestro objetivo era,
primero, detener la amenaza o al menos retrasar la guerra, asegurar ocho años
para restaurar el crecimiento económico y crear poderosas fuerzas armadas”, es
decir, nunca estuvieron dispuestos a cumplirlo, por lo cual jamás cesaron las
hostilidades hacia ese sector social del este ucraniano.
Mientras, Estados Unidos junto
con Gran Bretaña y Polonia se ocupaban de entrenar a los nazis de Ucrania,
promoviendo la formación de un ejército tal como deseaba Poroshenko, aunque
nunca se cumplió su propuesta de lograr el crecimiento económico prometido para
su país. En los ocho años que pasaron desde el golpe de estado ese ejército
cavó trincheras, construyó búnkeres en el medio de los campos y se preparó para
asestar un golpe definitivo a los pro rusos y las auto proclamadas repúblicas
planificado para el mes de marzo de este año. Pero los rusos, al tanto del
plan, se les adelantaron y el 24 de febrero iniciaron su operación militar ante
la inminencia del ingreso de Ucrania a la OTAN. Cansados de reclamar en todos
los foros internacionales para el cumplimiento estricto de los acuerdos de
Minsk, de denunciar todas las barbaries cometidas contra el pueblo pro ruso y
con el agravante de tener a la OTAN en sus fronteras, no esperó más y comenzó
la guerra.
Estados Unidos vio entonces
corolado su objetivo largamente acariciado por ocho años de arrastrar al oso
ruso a su juego. Sometió a Europa a sus designios transformándola en su socio de
palo para el cumplimiento de las más de 10.000 sanciones que pergeñaron contra
Rusia, soñando quebrar su economía, lograr que Putin fuera desplazado y
derrotar a su ejército. Sin embargo, nada salió como esperaban. Rusia desplazó
su mirada hacia nuevos mercados, les vendió su gas y su petróleo a nuevos
clientes (China e India, especialmente), recuperó el valor de su rublo y avanzó
con su ejército tomando, hasta ahora, el 20% de territorio ucraniano próximo a
ser anexado a la Federación como uno más de sus estados miembros.
El triste papel de Europa con
Zelensky a la cabeza como mascarón visible; la presidente de la Comisión
Europea, Ursula Von de Leyen como secuaz incondicional; el alto representante
de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de
la Comisión Europea, Joseph Borrell, como matón de esquina y amenazador serial;
el canciller alemán Olaf Scholz, hombre inepto y pusilánime que tiene el triste
mérito de romper todo el poder construido durante años por su predecesora
Merkel en pocos meses; el ya expulsado ex primer ministro británico Boris
Johnson, un delirante, rusófobo y escandaloso payaso y otros actores
secundarios pero no menos decadentes como el francés Macron o el no muy
inteligente Sánchez de España lograron consumar lo que quedaba del proyecto
norteamericano: sumir a Europa en una crisis económica sin precedentes, dejarla
inerme sin energía ante la proximidad del invierno y enterrarla en una
inflación indetenible y sin horizonte final a la vista.
Ahí era adonde quería llegar
Estados Unidos, al sometimiento y anulación de Europa porque, entre otras
cosas, era otro de sus objetivos: disputarle y arrancarle el mercado europeo a
los rusos, tal como sostuviera Condolezza Rice en 2014. No es un plan descabellado
teniendo en cuenta que tal movida permite que hoy su dólar esté en alza pese a
no tener respaldo en la producción, que el euro siga cayendo por debajo suyo,
que la energía tengan que comprársela a ellos y que todos se presten para
marginar a Rusia de todos los planos imaginables, no sólo el económico, a la
vez de que todos se ven arrastrados a “colaborar” con el “patriota” Zelensky
proveyéndole armas y dinero para extender la guerra en el tiempo y desgastar a
Rusia.
Apenas tibia es la resistencia
europea a seguir entregándole sus armas a Ucrania. La corrupción ucraniana (que
vende las armas por internet y cuyo destino se desconoce), el empobrecimiento
de las reservas militares de la mayoría de los países de Europa, la crisis
generalizada en ascenso y la resistencia de sus pueblos que ya comenzaron a
cuestionar las decisiones de sus gobernantes han comenzado a horadar la
cacareada unidad europea. No tuvieron acuerdo para imponerle topes a la energía
rusa, tal como pretendían Estados Unidos y su secuaz local Von der Leyen y no
es casualidad, sino que muchos aún recibían, sobre todo, gas ruso. Esa crisis
que se profundizará con la llegada de la nueva fuerza italiana, también
fascista pero en contra de las sanciones a Rusia, más el papel discordante del
presidente de Hungría, las dubitaciones de Scholz, las piruetas de Macron,
terminarán implosionando una Unión Europea en franca y veloz decadencia. Y no
será posible evitar que el remezón llegue a la OTAN poniéndola, también, en riesgo de ruptura algo que ya también se
vislumbra con Turquía y el pragmatismo de su presidente Erdogan que nunca se
sabe para qué lado va a disparar y que negocia con occidente y mantiene
relaciones amistosas con Rusia.
Los atentados contra los
gasoductos North Stream I y II hicieron volar más que un par de caños: lo que
se voló definitivamente es la posibilidad de que algún “arrepentido” pretenda
traicionar los “grandes ideales occidentales” y se pase al bando ruso a cambio
de un poco de calor en el invierno y de que no emigren sus empresas por el
encarecimiento de su energía. ¿Y adónde van a emigrar todas esas empresas? ¡Por
supuesto que al país del Tío Sam que hasta les ofrece descuentos impositivos y
regalías de todo tipo! Dejar fuera de funcionamiento los oleoductos, en
principio, al país que más perjudica es a Alemania, cuyo ministro Scholz hace
una semana mantuvo una conversación con Putin en un cierto acercamiento a
futuro. También a Rusia que ve alejada la posibilidad de cualquier negociación
con algunos de los menos enemigos europeos, tales como Alemania, Francia,
Italia y Hungría. Pensar que Putin ha abandonado el objetivo de recuperar el
mercado europeo es conocerlo poco… Por último, el indirectamente perjudicado es
China, uno de cuyos mayores clientes es Europa en general que, con su recesión,
restringirá las importaciones del país asiático afectando su economía a mediano
y largo plazo, algo, por supuesto, muy bien planeado por el país del norte que
lo considera su principal enemigo comercial. En el encuentro que tuvieron Putin
con Xi Jin Ping en el marco de la cumbre de líderes de la Organización de
Cooperación de Shanghai realizado en Uzbekistán hace apenas un par de semanas,
ambos mandatarios habrían conversado sobre estas implicancias, lo que explicaría
la velocidad con que Putin impulsó los plebiscitos en el Donbass para concretar
la anexión a la Federación Rusa. Frenar los avances del país hegemónico sobre
Europa favorecería a ambas naciones.
¿A quiénes beneficia la voladura
de los North Streams? En principio, a Estados Unidos porque dejar inerme a
Europa lo ubica como su principal proveedor de energía y, además, restringe las
ventas chinas al viejo continente como consecuencia de su empobrecimiento y
recesión crecientes. Achicarle el mercado a China limita su crecimiento y
expansión, principal objetivo oculto del país del norte cuya preocupación por
el avance de la multipolaridad encabezada por las dos potencias, China y Rusia,
pone en riesgo no sólo su moneda como principal en el intercambio
internacional, sino su propia economía. Pero no es el único. También y
calladamente, Noruega con su gasoducto Baltic
Pipe que llega hasta Polonia. Sólo cuarenta y ocho horas después de que
quedaran fuera de servicio los gasoductos rusos fue inaugurado el Baltic Pipe noruego…
Y fueron precisamente ellos los que se negaron a bajarle el precio al gas que
le vendieran a los países de Europa. O sea, la “unidad europea” es un delirio
de la señora Úrsula que sueña con cosas que no existen.
Sin embargo y pese a que Estados
Unidos pretende quedarse con todo el mercado europeo de energía, ya fue
advertido por las empresas productoras de su país de que no se podrá exportar
más gas envasado porque no pueden aumentar la producción más de lo que ya lo
han hecho. Y del petróleo ni hablemos. No es casual que Biden haya ido a
golpear la puerta de Arabia Saudita para que aumente su producción, algo que,
por supuesto, no logró. Ya con el caballo cansado, también se acercó a
Venezuela, pero parece que tampoco le fue muy bien…
El otro beneficiado es Zelensky
quien no para de vociferar contra los rusos en cuanto micrófono le acerquen.
¿Por qué lo beneficia? En principio porque perjudica a su enemigo y, por otra
parte, porque deja inerme a una Alemania reticente a enviarle más armas y el
señor ex cómico ucraniano es alguien que vive de venganza en venganza, quizás
por ello sus tropas avanzan siendo carne de cañón sin una estrategia certera y
una planificación razonable para enfrentar el poderío militar ruso.
Así que, con todas estas
consideraciones, en esta guerra contra el multipolarismo, los más perjudicados
y únicos perdedores son los europeos.
Mientras, Putin dio el puñetazo
en la mesa y propendió a impulsar los plebiscitos en los territorios liberados
del yugo nazi ucraniano. Como era de esperar, los resultados fueron
aplastantes: República Popular de Lugansk, 98,42%; Jersón, 87,05%; Zaporiyia,
93,11% y República Popular de Donetsk, 99,23% de los votos en favor de la
anexión a Rusia. En pocos días todos ellos pasarán a formar parte de la
Federación Rusa y se espera que, entonces, Putin declare la guerra formal en
defensa de sus nuevos territorios. Para ello ha convocado 300.000 reservistas
con formación militar cuyo reclutamiento y reentrenamiento en nuevas armas ya
ha comenzado. Aparte del aumento de sus tropas, una declaración de guerra le
permite el uso de otro tipo de armas, entre ellas las bombas termobáricas, lo
cual puede inclinar la balanza en su favor en poco tiempo.
Por estos días llueven las
amenazas sobre ataques nucleares de uno y otro bando y ha sido Merkel quien
saliera de su ostracismo para advertir que a los rusos hay que tomarlos en
serio y que es necesario dejar un margen de maniobra o crearlo para una posible
negociación. Pocos dirigentes políticos del mundo conocen tan bien como ella a
Putin. No lo subestima en lo más mínimo y si ha salido a hacer este tipo de
declaraciones es porque ve que su sucesor no pega una y su país corre serios
riesgos. El devenir de la guerra y el uso de armas nucleares no dependerá sólo
de Rusia y su presidente, sino también del grado o no de cordura y
desesperación de los integrantes de la OTAN y, sobre todo, de cuáles sean los
límites a los que quiere llegar Estados Unidos en su afán de imponer y mantener
el orden unipolar donde sólo mandan y deciden ellos los destinos de occidente
y de la mayoría de los países de su patio trasero.
De todos modos, si algo está
claro es que la multipolaridad es un hecho y avanza sumando países, entre
otros, China, India y Rusia que ya han abandonado el dólar definitivamente. La
unipolaridad está dando manotazos de ahogado, impotente ante la embestida
mundial que pone en peligro la hegemonía del que fuera, hasta ahora, el
gendarme del mundo. Por eso la guerra es a muerte. Y todo puede suceder, hasta
lo que muchos temen…

Muy buen análisis Estela .. pero esto va a ser bravo .. y con final incierto como toda guerra .. en mayor o menor medida solo la pagan los pueblos ...
ResponderEliminarHay que esperar a ver cómo se desarrollan los acontecimientos. Esperemos que no haya uso de armas nucleares que afectarían a toda la humanidad.
EliminarClaro y sencillo destapando sin engañar con la tapa.
ResponderEliminarTal es así sin estridencias. No haycestadistas de altura en el mundo excepto Putin y menos mal quecaparece la Merkel. El resto son cameos de Hollywood.
Muchas gracias.
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